El Sextoo 2 - Tài liệu tổng hợp

La obra empieza con el ingreso del joven Gabriel a la prisión de El Sexto, en pleno centro de Lima, donde oye los cánticos de los presos políticos: los apristas cantan a todo pulmón «La marsellesa aprista» y los comunistas el himno de. Tài liệu được sưu tầm giúp bạn tham khảo, ôn tập và đạt kết quả cao trong kì thi sắp tới. Mời bạn đọc đón xem !

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El Sextoo 2 - Tài liệu tổng hợp

La obra empieza con el ingreso del joven Gabriel a la prisión de El Sexto, en pleno centro de Lima, donde oye los cánticos de los presos políticos: los apristas cantan a todo pulmón «La marsellesa aprista» y los comunistas el himno de. Tài liệu được sưu tầm giúp bạn tham khảo, ôn tập và đạt kết quả cao trong kì thi sắp tới. Mời bạn đọc đón xem !

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La obra empieza con el ingreso del joven Gabriel a la prisión
de El Sexto, en pleno centro de Lima, donde oye los cánticos
de los presos políticos: los apristas cantan a todo pulmón
«La marsellesa aprista» y los comunistas el himno de «La
Internacional». Gabriel es un estudiante universitario
involucrado en una protesta contra la dictadura que rige al
país y por ello es conducido al pabellón destinado a los
presos políticos, situado en el tercer piso del penal. Es
introducido en una celda, que compartirá en adelante con
Alejandro Cámac Jiménez, un sindicalista minero de la sierra
central, preso por comunista.
Cámac se convierte para Gabriel en el guía y consejero en
ese submundo donde se encuentra «lo peor y lo mejor del
Perú». La cárcel está dividida en tres niveles: en el primer
piso se encuentran los delincuentes más peligrosos y
prontuariados; en el segundo están los delincuentes no
avezados (violadores, ladrones primerizos, estafadores, etc.)
y en el tercero se encuentran, como ya queda dicho, los
presos políticos. Gabriel va conociendo uno por uno a los
presidiarios. Pedro es el líder de los comunistas y Luis el de
los apristas; estos últimos son los más numerosos (más de
200, frente a 30 comunistas). Destacan también el aprista
Juan o «Mok’ontullo» y el comunista Torralba. Otros
«políticos» como el «Pacasmayo» y el piurano Policarpo
Herrera se consideran apolíticos y aducen estar en prisión
por venganzas personales. De entre los delincuentes del
piso inferior Gabriel conoce a los que son los amos del
Sexto:
Maraví, el negro Puñalada y el Rosita, este último un
travestido. Otro grupo lo conforman los vagos, algunos de
los cuales son pintorescos, como el negro que enseña su
pene, «inmenso como el de una bestia de carga», a cambio
de diez centavos; pero otros son verdaderos espantajos
humanos, víctimas de la burla y el sadismo de los más
avezados, como el Pianista, el japonés y el Clavel.
Otra escena nos permite conocer el alma bondadosa de
Gabriel. Cuando el Pianista agoniza en el pasillo víctima de los
maltratos sufridos, Gabriel, con ayuda de «Mok’ontullo», lo
recoge, lo regresa a su celda y lo abriga con su ropa.
Inesperadamente se acerca el Rosita ofreciendo ayuda y
protección al Pianista. Pero éste aparece muerto al día
siguiente y algunos presos acusan a Gabriel de ser
responsable de su muerte, presumiendo que las ropas que le
regaló habían atraído la codicia de los vagos quienes en el
forcejeo para quitárselas lo habrían ahorcado. Esto provoca
una disputa entre apristas y comunistas; los primeros acusan a
los segundos de provocar el incidente, para enredar a
«Mok’ontullo» con Rosita, y así ensuciar la trayectoria de quien
era considerado como la esperanza del partido, por su juventud
y entusiasmo. Este incidente provoca una serie de discusiones
entre los militantes de cada partido. Los apristas se consideran
los verdaderos representantes del pueblo peruano y acusan a
los comunistas de estar al servicio de Moscú; por su parte, los
comunistas acusan a los apristas de ser intrigantes y actuar
solo como instrumentos de la clase oligárquica para frenar la
revolución auténtica. Ante tal discusión, Gabriel no tiene
reparos en decir abiertamente que no comulga con ideologías y
disciplinas politizadas que, según él, limitan la libertad natural
del ser humano. Los demás comunistas le responden que es un
idealista y soñador, y que le faltaba compenetrarse más con la
doctrina del partido.
Mientras tanto, el Clavel continúa siendo prostituido en su
celda, lo que conmueve y repugna a los presos políticos. El
más afectado es «Pacasmayo», quien para colmo es presa de
una extraña enfermedad que le hace enrojecer el rostro, ante la
indiferencia del médico de la prisión, quien se limita a decirle
que solo es un mal pasajero. El piurano también demuestra
abiertamente su aversión hacia todos los actos homosexuales
y de violencia sexual que se practican en la cárcel. Los líderes
de los presos políticos se ponen de acuerdo y solicitan una
entrevista con el Comisario del penal; asimismo le envían un
petitorio donde exigen que se ponga fin al tráfico sexual y se
trasladen a otra prisión al Puñalada, Maraví y Rosita.
Lo ocurrido en torno a Clavel ejemplifica en su máxima
expresión el horror carcelario. Clavel es un muchacho
homosexual quien luego de ser violado por los presos, es
encerrado por Puñalada en una celda obligándolo a
prostituirse, todo ello con la complicidad de los guardias y las
autoridades penitenciarias. Clavel termina por enloquecer.
Firman la solicitud Pedro, Luis y Gabriel (este último en nombre
de los universitarios e independientes). El Comisario llama a
todos ellos a su despacho; luego de leer el petitorio, lo rechaza
iracundo, aduciendo que la cárcel era precisamente para eso,
para que los presos se jodieran entre ellos, y que debían estar
más bien agradecidos los políticos de que no fueran
encerrados en el primer piso, lo cual sería, según él, el
verdadero castigo, por traidores a la patria. Luis y Gabriel no se
contienen y responden digna y airadamente; ante lo cual el
Comisario llama a los guardias y ordena que los golpeen y los
devuelvan a sus celdas.
Poco después fallece Alejandro Cámac en brazos de Gabriel. En
los últimos días su salud se había quebrantado y perdido la
visión de un ojo. Todos los políticos, apristas y comunistas
rinden homenaje a quien consideran un gran luchador social.
Pedro da un vibrante discurso. El cadáver es sacado y los
presos lo despiden cantando a toda voz sus himnos
respectivos. El teniente es enviado a acallar a los presos, pero
no logra su cometido. La muerte de Cámac coincide con la del
japonés, ctima del hambre y los golpes; ambos cuerpos son
sacados del penal en el mismo camión.
Otro suceso que conmueve a Gabriel es el ocurrido en torno a
Libio Tasaico, un muchacho serrano y sirviente, de 14 os,
quien llega a la cárcel acusado por su patrona de robarle una
joya costosa. Esa misma noche Puñalada y otros negros violan
al muchacho, quien amanece llorando desconsoladamente.
Gabriel trata de calmarlo; lo lleva a su celda y le cuenta sobre la
vida de su pueblo situado también en las serranías, donde los
hombres son valientes y no lloran a pesar de latiguearse en las
festividades patronales. Libio siente entonces alivio al
encontrar a una persona que le habla con el idioma del corazón.
Poco después la patrona del muchacho avisa que ya encontró
la joya perdida y pide que le entreguen a Libio, pero éste no
quiere regresar donde ella. Gabriel le convence entonces para
que se vaya de la prisión y lo despide afectuosamente, dándole
la dirección de un amigo donde lo alojarían y darían trabajo.
Este último incidente convence a Gabriel que el negro Puñalada
debía morir y pide al Piurano que lo asesine. El piurano
promete hacerlo y se consigue un enorme cuchillo. Una noche,
Gabriel escucha los gritos de Pacasmayo; al asomarse por la
baranda, lo ve arrojarse desde lo alto contra las rejas de la
celda del Clavel, rompiéndose el cuello. No repuesto de la
impresión, al poco rato Gabriel escucha al Puñalada gritando
de dolor y lo ve desplomarse sangrando, con un enorme corte
en el cuello. Gabriel cree al principio que es obra del piurano,
pero éste se acerca y le asegura que otro se le había
adelantado. El teniente, el cabo y los guardias irrumpen y
encuentran al negro exhibicionista con un cuchillo en la mano;
asumen que es el asesino del Puñalada y lo arrestan. También
llevan como testigos a Gabriel y al piurano; Gabriel cuenta a los
policías que Pacasmayo se quitó la vida al no poder soportar el
abominable espectáculo del muchacho prostituido, pero el
cabo supone que el motivo más probable sería un sentimiento
de celos por el maricón, lo cual indigna a Gabriel y al piurano.
Ambos son devueltos a la cárcel, pero cuando atraviesan el
patio se les acerca «el Pato», un inspector, quien pistola en
mano amenaza al piurano y lo insulta, llamándolo cholo
asqueroso. «El Pato» era un soplón o delator al servicio del
gobierno y como tal odiado por los presos políticos; el piurano
no soporta la ofensa y con un movimiento veloz saca su
cuchillo y le da un tajo en el cuello. «El Pato» se desploma
muerto ante la estupefacción de todos. Gabriel sube al tercer
piso y anuncia a toda voz el suceso; todos celebran y dan vivas
al piurano. El relato termina cuando, al amanecer siguiente,
Gabriel despierta al escuchar una voz que llamaba a los presos
desde la puerta de la prisión, imitando al Puñalada. Era un
negro joven, que relevaba así al amo fallecido.
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La obra empieza con el ingreso del joven Gabriel a la prisión
de El Sexto, en pleno centro de Lima, donde oye los cánticos
de los presos políticos: los apristas cantan a todo pulmón
«La marsellesa aprista» y los comunistas el himno de «La
Internacional». Gabriel es un estudiante universitario
involucrado en una protesta contra la dictadura que rige al
país y por ello es conducido al pabellón destinado a los
presos políticos, situado en el tercer piso del penal. Es
introducido en una celda, que compartirá en adelante con
Alejandro Cámac Jiménez, un sindicalista minero de la sierra
central, preso por comunista.

Cámac se convierte para Gabriel en el guía y consejero en
ese submundo donde se encuentra «lo peor y lo mejor del
Perú». La cárcel está dividida en tres niveles: en el primer
piso se encuentran los delincuentes más peligrosos y
prontuariados; en el segundo están los delincuentes no
avezados (violadores, ladrones primerizos, estafadores, etc.)
y en el tercero se encuentran, como ya queda dicho, los
presos políticos. Gabriel va conociendo uno por uno a los
presidiarios. Pedro es el líder de los comunistas y Luis el de
los apristas; estos últimos son los más numerosos (más de
200, frente a 30 comunistas). Destacan también el aprista
Juan o «Mok’ontullo» y el comunista Torralba. Otros
«políticos» como el «Pacasmayo» y el piurano Policarpo
Herrera se consideran apolíticos y aducen estar en prisión
por venganzas personales. De entre los delincuentes del
piso inferior Gabriel conoce a los que son los amos del Sexto:

Maraví, el negro Puñalada y el Rosita, este último un
travestido. Otro grupo lo conforman los vagos, algunos de
los cuales son pintorescos, como el negro que enseña su
pene, «inmenso como el de una bestia de carga», a cambio
de diez centavos; pero otros son verdaderos espantajos
humanos, víctimas de la burla y el sadismo de los más
avezados, como el Pianista, el japonés y el Clavel.

Otra escena nos permite conocer el alma bondadosa de
Gabriel. Cuando el Pianista agoniza en el pasillo víctima de los
maltratos sufridos, Gabriel, con ayuda de «Mok’ontullo», lo
recoge, lo regresa a su celda y lo abriga con su ropa.
Inesperadamente se acerca el Rosita ofreciendo ayuda y
protección al Pianista. Pero éste aparece muerto al día
siguiente y algunos presos acusan a Gabriel de ser
responsable de su muerte, presumiendo que las ropas que le
regaló habían atraído la codicia de los vagos quienes en el
forcejeo para quitárselas lo habrían ahorcado. Esto provoca
una disputa entre apristas y comunistas; los primeros acusan a
los segundos de provocar el incidente, para enredar a
«Mok’ontullo» con Rosita, y así ensuciar la trayectoria de quien
era considerado como la esperanza del partido, por su juventud
y entusiasmo. Este incidente provoca una serie de discusiones
entre los militantes de cada partido. Los apristas se consideran
los verdaderos representantes del pueblo peruano y acusan a
los comunistas de estar al servicio de Moscú; por su parte, los
comunistas acusan a los apristas de ser intrigantes y actuar
solo como instrumentos de la clase oligárquica para frenar la
revolución auténtica. Ante tal discusión, Gabriel no tiene
reparos en decir abiertamente que no comulga con ideologías y
disciplinas politizadas que, según él, limitan la libertad natural
del ser humano. Los demás comunistas le responden que es un
idealista y soñador, y que le faltaba compenetrarse más con la doctrina del partido.

Mientras tanto, el Clavel continúa siendo prostituido en su
celda, lo que conmueve y repugna a los presos políticos. El
más afectado es «Pacasmayo», quien para colmo es presa de
una extraña enfermedad que le hace enrojecer el rostro, ante la
indiferencia del médico de la prisión, quien se limita a decirle
que solo es un mal pasajero. El piurano también demuestra
abiertamente su aversión hacia todos los actos homosexuales
y de violencia sexual que se practican en la cárcel. Los líderes
de los presos políticos se ponen de acuerdo y solicitan una
entrevista con el Comisario del penal; asimismo le envían un

petitorio donde exigen que se ponga fin al tráfico sexual y se
trasladen a otra prisión al Puñalada, Maraví y Rosita.

Lo ocurrido en torno a Clavel ejemplifica en su máxima
expresión el horror carcelario. Clavel es un muchacho
homosexual quien luego de ser violado por los presos, es
encerrado por Puñalada en una celda obligándolo a
prostituirse, todo ello con la complicidad de los guardias y las
autoridades penitenciarias. Clavel termina por enloquecer.

Firman la solicitud Pedro, Luis y Gabriel (este último en nombre
de los universitarios e independientes). El Comisario llama a
todos ellos a su despacho; luego de leer el petitorio, lo rechaza
iracundo, aduciendo que la cárcel era precisamente para eso,
para que los presos se jodieran entre ellos, y que debían estar
más bien agradecidos los políticos de que no fueran
encerrados en el primer piso, lo cual sería, según él, el
verdadero castigo, por traidores a la patria. Luis y Gabriel no se
contienen y responden digna y airadamente; ante lo cual el
Comisario llama a los guardias y ordena que los golpeen y los devuelvan a sus celdas.

Poco después fallece Alejandro Cámac en brazos de Gabriel. En
los últimos días su salud se había quebrantado y perdido la
visión de un ojo. Todos los políticos, apristas y comunistas
rinden homenaje a quien consideran un gran luchador social.
Pedro da un vibrante discurso. El cadáver es sacado y los
presos lo despiden cantando a toda voz sus himnos
respectivos. El teniente es enviado a acallar a los presos, pero
no logra su cometido. La muerte de Cámac coincide con la del
japonés, víctima del hambre y los golpes; ambos cuerpos son
sacados del penal en el mismo camión.

Otro suceso que conmueve a Gabriel es el ocurrido en torno a
Libio Tasaico, un muchacho serrano y sirviente, de 14 años,
quien llega a la cárcel acusado por su patrona de robarle una
joya costosa. Esa misma noche Puñalada y otros negros violan
al muchacho, quien amanece llorando desconsoladamente.
Gabriel trata de calmarlo; lo lleva a su celda y le cuenta sobre la
vida de su pueblo situado también en las serranías, donde los
hombres son valientes y no lloran a pesar de latiguearse en las
festividades patronales. Libio siente entonces alivio al
encontrar a una persona que le habla con el idioma del corazón.

Poco después la patrona del muchacho avisa que ya encontró
la joya perdida y pide que le entreguen a Libio, pero éste no
quiere regresar donde ella. Gabriel le convence entonces para
que se vaya de la prisión y lo despide afectuosamente, dándole
la dirección de un amigo donde lo alojarían y darían trabajo.

Este último incidente convence a Gabriel que el negro Puñalada
debía morir y pide al Piurano que lo asesine. El piurano
promete hacerlo y se consigue un enorme cuchillo. Una noche,
Gabriel escucha los gritos de Pacasmayo; al asomarse por la
baranda, lo ve arrojarse desde lo alto contra las rejas de la
celda del Clavel, rompiéndose el cuello. No repuesto de la
impresión, al poco rato Gabriel escucha al Puñalada gritando
de dolor y lo ve desplomarse sangrando, con un enorme corte
en el cuello. Gabriel cree al principio que es obra del piurano,
pero éste se acerca y le asegura que otro se le había
adelantado. El teniente, el cabo y los guardias irrumpen y
encuentran al negro exhibicionista con un cuchillo en la mano;
asumen que es el asesino del Puñalada y lo arrestan. También
llevan como testigos a Gabriel y al piurano; Gabriel cuenta a los
policías que Pacasmayo se quitó la vida al no poder soportar el
abominable espectáculo del muchacho prostituido, pero el
cabo supone que el motivo más probable sería un sentimiento
de celos por el maricón, lo cual indigna a Gabriel y al piurano.
Ambos son devueltos a la cárcel, pero cuando atraviesan el
patio se les acerca «el Pato», un inspector, quien pistola en
mano amenaza al piurano y lo insulta, llamándolo cholo
asqueroso. «El Pato» era un soplón o delator al servicio del
gobierno y como tal odiado por los presos políticos; el piurano
no soporta la ofensa y con un movimiento veloz saca su
cuchillo y le da un tajo en el cuello. «El Pato» se desploma
muerto ante la estupefacción de todos. Gabriel sube al tercer
piso y anuncia a toda voz el suceso; todos celebran y dan vivas
al piurano. El relato termina cuando, al amanecer siguiente,
Gabriel despierta al escuchar una voz que llamaba a los presos
desde la puerta de la prisión, imitando al Puñalada. Era un
negro joven, que relevaba así al amo fallecido.